Archivo diario: 25 febrero, 2013

HACER LEÑA DEL ÁRBOL CAÍDO

Cuando acabó La Guerra de Sucesión Española, nuestro país estaba devastado y empobrecido.

Acabábamos de plantar nuestra primera semilla de discordia, de dividirnos en dos facciones irreconciliables, acabábamos de terminar nuestra primera guerra civil, nuestro primer escalón de esta escalera de locura, de estupidez y de mala leche que los españoles llevamos construyendo desde entonces.

Las Naciones europeas, tan modernas, tan adelantadas, tan colmadas de ambición, tan resentidas por siglos de bota española en el pescuezo, no dudaron en machacar, más todavía, a nuestro pueblo.

Y esto lo hacían unos y otros, aprovechándose de nuestra inquina  nacional, de nuestro cainismo enraizado.

Las tropas extranjeras en suelo patrio, saqueaban, violaban, robaban y mataban sin cortarse un pelo. Y les daba igual aliados que enemigos. Ellos a lo suyo y nosotros, imbéciles, aplaudiéndoles.

El nuevo rey Felipe y su querida esposa, La Farnesio, están que trinan con el Tratado de Utrecht, ellos y toda España. Hasta a los que habían apoyado la causa austriaca durante la guerra les sentó la humillación y el público apaleo de Utrecht como una patada en semejante parte.

España, demolida y humillada, arrebatadas sus posesiones en Flandes y en Italia, robadas por el artero inglés Gibraltar y Menorca y borrada del escenario mediterráneo de un plumazo. Ella, que llevaba siglos navegando aquellas aguas, vencedora en Lepanto y azote de turcos y sarracenos.

Ahora los navíos ingleses campaban por nuestro mar a sus anchas.

En el año 1717 se decide recuperar las posesiones italianas, ahora en manos de los austriacos.

Primero se ataca Cerdeña en agosto de este año. La isla cae fácilmente en manos españolas. La población local nos recibe como a hermanos salvadores.

Las potencias europeas firman de inmediato un acuerdo contra España, es La Triple Alianza de Inglaterra, Holanda y Francia. Que no levanten cabeza los españoles estos es la consigna de la coalición. Su objetivo principal, jodernos y jodernos bien.

Mientras tanto en España se organiza una expedición para tomar Sicilia, que era española desde tiempos de La Corona de Aragón y que ahora estaba ocupada por doce mil austriacos bien fortificados.

El primero de Julio de 1718 la fuerza expedicionaria española, de treinta mil hombres, desembarca en Zaragoza de Sicilia donde los reciben con flores, vino y besos. Son muchos siglos de presencia española allí, y pese a rebeliones, la hermandad es muy grande entre los dos pueblos. Además, en Sicilia, nadie traga a los austriacos.

El ataque español sobre Castellmare es inmediato. La artillería y los minadores abren brechas en los muros y la plaza se conquista.

Palermo es sitiada a continuación…

El día siete ya ha sucumbido y las victoriosas tropas españolas, aclamadas por donde pasan se dividen en dos.

El Conde de Montemar ataca Trapani, Términi y Catania, mientras que el Marques de Lede o Leyde, pues era un flamenco al servicio de España atacaba por la vía directa la ciudad de Messina, a la que ponía sitio, guardiana del paso de su nombre y puerta de Nápoles.

La campaña está siendo un exitazo. Sin embargo, los enemigos de España, atentos a cualquier renacer de nuestras armas, cosa que les ponía a todos los pelos de punta, a traición, de forma abyecta e infame, atacan a la flota de transporte y de guerra que apoyaba la expedición que estaba fondeada tan tranquila en Cabo Passaro.

Los ingleses, sin declaración previa de guerra, forman su línea de batalla ante la mirada atónita de los españoles que izan velas e inician maniobras sin tiempo a decir Jesús.

El desastre es total y muy pocos barcos españoles salen bien parados, aunque eso sí, algunos se defendieron con la vieja y buena honra de la infantería embarcada y lucharon como leones.

Las tropas de tierra se quedan entonces sin apoyo naval, solas en la isla, sin bastimentos ni vía de escape.

Ahora es cuando se vuelven realmente peligrosos.

Los austriacos, que se han pegado a rueda de los demás y ratificado Utrecht y entrado en lo que ahora se llama Cuádruple Alianza, reciben refuerzos y víveres y municiones que los, ahora tan amigos ingleses, les llevan con sus barcos.

A pesar de todo, los españoles deciden continuar con la expedición, a ver qué pasa.

En septiembre cae por fin Messina, tras un duro asedio y el Marqués de Lede se traslada con las tropas hasta la cercana Melazzo, plaza que está también sometida a asedio por los ingenieros españoles.

La plaza resistía bien gracias  los continuos bastimentos y refuerzos que los ingleses metían en la ciudad, además sus cañones navales no dejaban de bombardear las posiciones españolas.

Tan sobrados estaban los austriacos que deciden hacer una espectacular salida y romper el sitio.

El quince de Octubre, bien de mañana los imperiales atacan a las desprevenidas y desorganizadas fuerzas españolas del cerco.

La sorpresa ha sido total, así que para evitar la debacle se ordena a los Regimientos de Dragones de Batavia y de Lusitania que carguen contra el enemigo y lo entretenga hasta que la línea se forme.

Y así lo hacen los valientes caballeros. Se arrojan contra el sorprendido enemigo sable en mano, acuchillando sin piedad.

No les sale gratis claro, pagan un altísimo precio en cada carga, en cada asalto, pero siguen luchando sin descanso hasta que son diezmados.

Los pocos que regresan ven que la línea propia está formada y que los infantes tienen ganas de vengar a sus hermanos caídos.

El contraataque español es sangriento y brutal. A paso lento primero la línea avanza disparando mosquetazos en descargas cerradas que destrozan a los imperiales.

Luego a bayoneta calada corriendo detrás de ellos casi hasta las puertas de la ciudad.

Y los caballeros de Lusitania supervivientes dando molinetes y cercenando cabezas legua y pico…

Tras este varapalo los austriacos no hicieron más salidas. Pero la situación del ejército hispano era pésima. Sin refuerzos ni posibilidad de recibirlos, sin avituallamiento. Mientras que el enemigo nadaba en la abundancia.

A todo esto en España, los franceses habían entrado por los Pirineos hacia Fuenterrabía y Cataluña y los ingleses habían desembarcado en Galicia donde se les recibió como merecían.

En América y en los mares nos daban muy mucho por saco, los ingleses y los holandeses. Mal dolor les diesen en los mismísimos huevos.

No quedó más remedio que levantar el sitio de Melazzo y, ahora con los papeles cambiados, resistir el asedio en Messina, e intentar el juego del gato y el ratón con el enemigo.

Los austriacos alcanzan a los españoles en el pueblo de Francavilla, al Marqués de Lede no le queda otra que plantar cara. Y tanta cara se plantó allí que al final de la batalla cinco o seis mil imperiales estaban muertos o heridos y sus banderas humilladas.

La artillería española aquel día hizo enorme sarracina de austriacos, a pesar de contar con pólvora y munición limitadas.

Las cosas, a pesar de las victorias, no iban bien. España estaba aislada y siendo golpeada por las potencias sin compasión, hasta Francia apretaba el dogal, pese a los lazos familiares.

Acosada, exprimida, vapuleada, nuestra Patria se vio obligada a retirarse de Sicilia y de Cerdeña, diciendo adiós a una tierra que había sido nuestra quinientos años.

Al menos nos marchamos de pie, o a caballo en este caso, en Esferracavallo seis compañías de granaderos, que formaban la vanguardia enemiga, fueron pasados a cuchillo por los regimientos de caballería de Batavia, Lusitania y Brabante, después rebautizado Alcántara…

No dejaron ni uno vivo.

Que así es como dicen adiós los españoles cuando los echan de un sitio sin haber sido derrotados.

Y así se demuestra una vez más, que el interés de los europeos por España y los españoles, no ha pasado nunca de su interés mezquino en mantenernos pobres, miserables e incultos.

Abonando nuestras diferencias y apoyándolas según les convenga y sembrando la discordia. Manteniéndonos, desde Utrecht, en segundo y despreciativo plano.

Y nosotros, tontos, aplaudiéndoles y queriendo ser como ellos, poniendo nuestras propias hachas a talar y hacer astillas nuestro propio y común árbol caído.

En ello estamos…

 

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